
🌿 Hablar con el alma
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A veces creemos que comunicarnos es simplemente decir lo que pensamos, explicar lo que sentimos, buscar las palabras que encajen. Y aunque eso forma parte, hay algo más profundo, algo que no se ve, pero se percibe, algo que no se dice, pero se transmite. Es la presencia con la que hablamos, el lugar desde donde nace nuestra voz.
No basta con decir bien las cosas si lo que decimos no viene desde el cuidado, si lo que decimos no construye vÃnculo, si nuestras palabras no están en coherencia con lo que sentimos por dentro. Porque la comunicación verdadera es esa que cuida sin herir, que expresa sin aplastar, que respeta sin miedo.
La comunicación efectiva nos ayuda a ordenar, nos da estructura, nos ofrece herramientas para no perdernos, para ser más claras, para no dar rodeos. Pero si no va de la mano de una comunicación afectiva —esa que nace desde la empatÃa, desde la humildad, desde la escucha sincera— entonces pierde profundidad, se queda en la superficie.
A mà me importa comunicarme para comprender y ser comprendida, sÃ. Pero sobre todo, me importa comunicarme para seguir en conexión, para no perder el lazo, para estar presente en la relación, para cuidar el espacio entre nosotras.
Porque muchas veces no se trata de lo que decimos, sino de cómo lo decimos. De si dejamos espacio para la otra, de si escuchamos con el cuerpo entero, de si miramos sin juicio, de si estamos disponibles de verdad o solo de forma automática.
Y reconozco que no siempre ha sido fácil. Muchas de nosotras aprendimos a hablar desde la defensa, desde la necesidad de justificar, desde el miedo a no ser aceptadas. Y por eso nos cuesta pedir lo que necesitamos, decir lo que nos duele, poner lÃmites sin culpa.
Pero podemos aprender a comunicarnos desde otro lugar. Desde un lenguaje más consciente, más amoroso, más honesto. Desde una presencia que abrace sin tener que tocar. Desde una palabra que no se apure, desde un silencio que no incomode.
Podemos comunicarnos para sanar, para reparar, para reconocer lo que vive en nosotras, sin cargarlo sobre las demás. Podemos usar la palabra como un puente, no como un arma; como un regalo, y no como una trinchera.
Y si lo pienso bien, lo que más transforma no es la cantidad de palabras ni lo bien dichas que estén, sino la energÃa que llevan, lo que contienen, lo que provocan, lo que despiertan.
Porque a veces, una sola frase dicha con verdad puede abrir un mundo, puede sanar una herida, puede sostener un corazón.
Y esa es la comunicación que a mà me importa. La que nace de adentro, la que no busca brillar sino encontrarse. La que no pretende tener razón, sino crear un espacio común donde ambas podamos estar.
Porque comunicar no es solo hablar. Comunicar es cuidar el vÃnculo, es respirar juntas, es sentir que hay un lugar donde ambas cabemos.
Y ahÃ, en esa manera de estar con la otra sin juicio, sin prisa, sin necesidad de arreglar todo, nace una nueva forma de comunicarnos: más real, más humana, más nuestra.
¿Te has detenido alguna vez a pensar desde qué lugar hablas cuando te comunicas con las demás personas? ¿Qué pasa cuando lo que dices está en sintonÃa con lo que realmente sientes?Â
Las palabras tienen un poder inmenso, y puede que en este momento necesites conectar más profundamente con la voz que habita dentro de ti. Si te ha resonado este texto, me encantarÃa saber cómo te comunicas en tu dÃa a dÃa, qué has descubierto sobre tu forma de hablar, escuchar y conectar. Comparte tu experiencia en los comentarios, juntas seguimos aprendiendo y creciendo.